miércoles, 12 de mayo de 2021

ATRAVESAR EL DUELO (in memoriam Cristina Sánchez Albaladejo)

"En ocasiones tengo que aporrear puertas que nadie quiere abrir.

Y sin embargo, es imposible esconderse de mí. 

Soy la Muerte, una parte de la vida, del amor y de ti". 

(Soy la muerte. Elisabeth Helland Larsen & Marine Scheneider) 


Hoy 12 de mayo de 2021, Día mundial de la Enfermería, la bonita alma de una compañera enfermera y amiga querida, se ha marchado de nuestras vidas. 

Cristina me pidió estando ya enferma, comenzar la redacción de una entrada en el blog sobre el duelo, finalmente no pudo hacerlo ella y por eso voy a hacerlo yo, por ella y por su familia y amigos, también por mí, porque sé que es lo que ella habría querido. 

El origen de la palabra "Duelo" proviene del latín dolus que significa dolor. Cualquier duelo duele, es inevitable y es necesario. También duelo puede ser traducido como lucha o desafío. 

Sentimos dolor ante las pérdidas importantes, normalmente entendemos que se vive un duelo cuando alguien que queremos fallece, pero también se experimentan procesos de duelo ante otras pérdidas como las de la propia salud, rupturas de relaciones o pérdidas de una situación vital previa.  

El duelo es una reacción emocional de adaptación ante esas pérdidas y conlleva factores psicológicos, fisiológicos y conductuales. Es decir, notaremos este duelo en forma de síntomas físicos en nuestro cuerpo, de emociones, sentimientos y pensamientos y también en nuestra conducta porque probablemente cambiará nuestra actitud y comportamiento ante la vida, quizá necesitemos un tiempo de recogimiento y aislamiento, quizá todo lo contrario (aunque es menos frecuente). 

El duelo lo puede experimentar tanto la propia persona que anticipa una pérdida o la vive en el presente como sus allegados. 

El duelo no "se pasa", el duelo "te atraviesa", no hay forma de huir de él o mirarlo de lado o dar marcha atrás. Además el duelo tampoco "se pasa" en sentido temporal. Antes se  hablaba de un tiempo normal de duelo, pero cada persona necesita su tiempo y su proceso y esto hay que permitirlo y cada uno permitírselo a sí mismo, con su forma particular de llevarlo. 

Cuando hablamos de la pérdida de un ser querido, podemos entender la pérdida como algo que siempre va a estar ahí, en realidad es la persona querida más que la pérdida, la que siempre va a estar dentro de nosotros, en un lugar de nuestro corazón y nuestra alma, y de esa forma va a permanecer viva también.

"Los que son amados no pueden morir, 

porque amor significa inmortalidad"

Emily Dickinson (1830-1886)

Conforme pase el tiempo y el intenso dolor ceda un poco, podremos darle espacio a otro tipo de recuerdos y de sentimientos de los que hablaré más adelante. Podremos construir alrededor de esa pérdida. Pero no hablaremos de "pasar el duelo o superar el duelo", sino de convivir de otra manera con el dolor de esta pérdida. 

No se trata de olvidar, hay personas que siguen hablando a diario con sus seres queridos, honrándolos de alguna manera, recordándolos en las pequeñas cosas. Si esos actos cotidianos conviven en la persona sin restarle funcionalidad, sin implicar un dolor tan grande que no le permita hacer nada más y por el contrario, se acoplan en la vida de la persona como algo más, significa que la pérdida se ha integrado, integrándose por tanto la convivencia con la nueva situación y con el nuevo estado de esa persona querida. 

Puede que el dolor no desaparezca, pero sí podremos transformarlo. 



Hablamos de proceso de duelo porque el duelo no es un hecho puntual que nos sucede y ya, el duelo es un proceso que se experimenta de muchos modos según las diferentes culturas y también según la propia persona, aunque típicamente se habla de unas fases o etapas descritas inicialmente por la psiquiatra experta en duelo por su trabajo con pacientes terminales y sus familias, Elisabeth Kübler-Ross. 

1. Negación: 

La primera fase que se experimenta suele ser la de negación de la pérdida, es una reacción muy común y  veces va asociada a un estado como de shock. Esta fase puede también alargarse en el tiempo como mecanismo de defensa protector ante la dificultad para aceptar la pérdida actual o anticipada. 

A veces, no se niega la pérdida en sí, sino que se le resta importancia o se niega que vaya a ser algo definitivo para igualmente disminuir el dolor tan importante que se experimenta o lo traumático de la vivencia. 

2. Ira

Cuando dejamos de negar la situación, normalmente nos enfadamos con ella, con la situación en sí, a veces si somos creyentes con el Ser superior, con otra persona a la que consideramos responsable o incluso con nosotros mismos. Se presenta frustración ante la incontrolabilidad de la pérdida que despierta la ira o el enfado. 

3. Negociación

En esta fase se pretende recuperar la esperanza de que la situación cambie, negociando cambios con uno mismo o con un ser superior también, con la idea de controlar de algún modo lo incontrolable. 

Una vez ha sucedido la pérdida, también se puede presentar volviendo al pasado y pensando todo lo que podría haber pasado si se hubieran hecho las cosas de otra manera. Pero volver atrás es sencillamente imposible, de ahí lo frustrante y la impotencia que surge de estos intentos. 

4. Depresión

En esta fase se comienza a asumir que la pérdida es real e inevitable. Por ello es una etapa dura, donde la tristeza se hace patente y se expresa en forma de llanto, aislamiento, desesperanza, desmotivación, dificultad para disfrutar de las cosas que previamente eran agradables, etc. También se puede experimentar una inmensa sensación de vacío, de que la vida no va a volver a ser nunca igual, de pérdida de sentido de la vida, al menos durante un tiempo. 

5. Aceptación

A esta fase se llega una vez pasadas las anteriores, es la fase final del duelo, en la que llega un estado de aceptación de la pérdida que a su vez implica un estado de calma, cuando se acepta que las pérdidas forman parte del fluir de la vida humana. Las pérdidas son intrínsecas y consustanciales a la vida, en realidad vamos experimentando pequeñas pérdidas desde que somos niños que nos van preparando de algún modo para la aceptación de las grandes pérdidas. Aunque nos resistamos, aunque luchemos, aunque no queramos verlo por un tiempo, o pensemos en "la injusticia" que suponen ciertas pérdidas, en el fondo sabemos de la realidad de la inevitabilidad de las pérdidas. 

Si se trata de una persona con enfermedad terminal, en esta fase se suele reflexionar sobre el valor de la propia vida, sobre las vivencias y experiencias pasadas y a veces se va preparando con familia y amigos el momento en que ya no se va a estar. 

Estas etapas pueden experimentarse en orden, pero lo más común es que no sea un proceso lineal ni rígido, sino que se vaya alternando de una fase a otra con avances y retrocesos. 

Otros autores suman más etapas a las de Kübler-Ross, como puede ser la Racionalización que es una especie de visión objetiva racional de la situación, sin conectar con lo emocional que implica la pérdida. Nos sirve para comprender como seres racionales que somos, a nivel cognitivo, lo que está sucediendo, buscamos explicaciones médicas, espirituales incluso. Comprendemos a nivel de "cabeza" la existencia de la pérdida. 

También hay quien habla de etapas como el Miedo o la Resignación...

Pero hay descritas también otras subetapas finales de cierre, compatibles con la fase de aceptación, que favorecen que este proceso de duelo se atraviese de una forma más sana o satisfactoria. Que ayudan a llenar el inmenso vacío que nos queda con la pérdida.

Estas fases o subetapas son el Perdón, la Gratitud y la Generación de nuevos apegos. 

Con la fase del Perdón, perdonamos a la otra persona o a nosotros mismos de las posibles heridas abiertas y con ello, podemos avanzar y construir mejor alrededor de la pérdida. 

Hay sentimientos que muy frecuentemente se asocian a los procesos de duelo, uno de ellos y muy importante por el peso que supone es La Culpa.

La culpa es como una pesada carga de piedras que se aloja dentro nuestra y que no nos permite avanzar, nos enredamos en la culpa de lo que pudimos o debimos hacer o decir y no hicimos o dijimos o de lo que por el contrario hicimos o dijimos y no debíamos haber hecho o dicho. La culpa nubla nuestra mente y fantaseamos con hechos que muchas veces no estuvieron realmente en nuestra mano, que realmente no fueron posibles por múltiples circunstancias. La culpa representa nuevamente otro intento de control de la situación, en este caso castigándonos frecuentemente a nosotros mismos (y a veces a los demás). 

Cuando nos culpamos nosotros, es cuando más cuesta deshacerse de ella, pues normalmente somos mucho más duros con nosotros mismos que con los demás. 

Se puede sustituir la palabra culpa por responsabilidad y habremos de valorar hasta qué punto toda la responsabilidad de esos actos hechos o dejados de hacer, recae en nosotros mismos, hasta qué punto fuimos capaces, en nuestras circunstancias físicas y emocionales de ese momento, de actuar de otra forma. Normalmente "hacemos las cosas lo mejor que podemos o sabemos en cada momento y en cada circunstancia". Si hubiéramos sabido hacerlo mejor, lo habríamos hecho (y  esto normalmente nos vale y es aplicable también a los demás). 

La culpa dificulta el proceso de duelo, por eso es bueno plantearnos por qué está ahí esa culpa, qué hueco necesitamos llenar con ella y cómo podemos perdonarnos a nosotros mismos. 

A veces este difícil auto-perdón se puede producir en forma de un diálogo interno lleno de compasión, la misma comprensión y compasión que seguro ofreceríamos a nuestro mejor amigo/a. Este diálogo incluso puede representarse frente a un espejo con nosotros mismos.

Si además de con nosotros, precisamos decirle algo a la persona querida que hemos perdido, porque igual no nos pudimos despedir como quisiéramos, porque le queremos pedir perdón por algo, o agradecer o expresar nuestros sentimientos o en general aquello que no pudimos o no nos atrevimos a decir en vida, una opción es escribirle una carta sincera que parta desde nuestro corazón. 

Bajo la culpa, el enfado, la tristeza suele haber un Vacío que resulta muy difícil de soportar o sostener, por eso lo llenamos de esas emociones desagradables. A veces también lo tratamos de llenar con otras cosas que nos dañan como comer de forma compulsiva, consumir sustancias tóxicas como alcohol o drogas o hacernos daño de otros muchos modos. 

El Perdón a veces nos cuesta, nos cuesta avanzar y nos sentimos culpables también si lo hacemos, si "mejoramos" pero debemos saber que esta mejoría no implica olvidar a la persona querida, sino darle su espacio permitiendo más espacio a su alrededor en nuestro interior, permite la reconstrucción de nuestra persona en las nuevas circunstancias vitales. 

Otra fase de cierre es la Gratitud, aquí llegamos cuando en vez de focalizarnos en la pérdida, lo hacemos en el agradecimiento por aquello que supuso haber compartido parte del trayecto de nuestra vida con esa persona. Aquí valoramos lo bueno que compartimos, lo que nos aportó, lo que nos enseñó, y agradecemos de forma interna o con palabras lo que ha significado tenerla en nuestras vidas. 

En esta cultura del "merecimiento de la felicidad" en la que vivimos, entendemos que "merecemos" ser felices, que lo malo no debe sucedernos, que es injusto, y nos rebelamos contra ello cuando ocurre. En otras culturas está mucho más asumido el ciclo de la vida y de la muerte, se convive más con la muerte y el dolor, y se comprende y acepta de otra forma más serena. Aun sabiendo lo difícil que resulta esto, es mucho más sano, cuando se pueda llegar a este momento del proceso personal de cada uno, comenzar a salir un poco del dolor de la pérdida, para pasar a la gratitud por el regalo que ha supuesto esa persona en nuestra vida,  el regalo que hemos podido disfrutar el tiempo, más breve o más largo, que nos ha durado. 

La última fase se compone por la Generación de nuevos Apegos. Es la fase constructiva por excelencia, una vez liberados del dolor continuo, de la culpa, una vez sentimos el agradecimiento, ha quedado espacio vacío en nuestra vida listo para ser llenado por aquellas actividades, aficiones, sanos placeres o personas que nos hacen felices. 

Es la fase de querernos, de cuidarnos, de mimarnos y de sentir que podemos hacer cosas para ser felices no solo a pesar de la pérdida, sino acompañados por nuestra pérdida dolorosa transformada en amor.

Reorganizamos nuestra vida, dando cabida a otras personas y actividades con las que disfrutar de esos pequeños instantes de felicidad de los que se compone la alegría de vivir.  

Y para terminar esta entrada, solo me resta mostrar mi gratitud a la persona que me ha inspirado para escribirla: 

Gracias Cristina por tu preciosa sonrisa, tu valentía, sinceridad y buen humor, tu actitud positiva y luchadora ante la vida, por lo divertida que eras y lo bien que lo pasé contigo. 

Trabajar a tu lado era mucho más que trabajar. Acordémosnos de nuestras "reuniones de los viernes". Y es que te hacías de querer allá donde fueras, como si tuvieras un maravilloso imán personal lleno de luz. 

Gracias por tus ganas de vivir, tu fortaleza y vitalidad, por tu actitud inspiradora respecto a tu autocuidado y otros pequeños detalles que te hacían ser una auténtica "influencer". 

Por nuestros gustos compartidos y todo aquello que ahora me recordará a ti cada día, por mi gata Salvia, la "real food", la mezcla de especias y las tostadas de pan casero y atún, el "lekue", esos bolsos gemelos (y gafas, vestidos y zapatos...). Aquella noche de los museos que nunca olvidaré. 

Gracias por ser tú, tan bonica, tan real, tan especial, tan tú. 

Te quiero Cristina. 



LAS EMOCIONES BÁSICAS (por Gloria Acosta Sánchez)

Las emociones son la manera natural en la que los seres humanos reaccionamos a lo que ocurre a nuestro alrededor. Son los mecanismos que n...